Hanneman & Manuela B / houses.fedatamine.com

Manuela, Hanneman enter the scene

Manuela, quisiera... disculparme. El otro día te dije cosas de las que no me siento orgulloso.

No, Hanneman. Soy yo quien debería disculparse; me comporté de una forma horrible.

Estaba furiosa y trataba de desahogarme... Tenías razón con lo que dijiste. Lo siento muchísimo, créeme.

No te preocupes, de veras. En realidad agradezco lo que mencionaste.

¿Que lo agradeces?

Sí. Hiciste que me diese cuenta de que tiendo a meterme demasiado en la vida de los demás.

Gracias a ti, he descubierto una parte de mi personalidad que debería mejorar.

Lo mismo podría decirse de mí. Las cosas de las que me acusaste eran... muy ciertas.

Cuando se me pasó el enfado, comprendí que llevabas razón: debo tratar de controlar un poco más mis sentimientos.

Me alegra oírlo. Al final ha salido algo bueno de aquella discusión acalorada.

¡Cierto! Siempre da mucha pena cuando las peleas no llevan a ninguna parte.

¿No te has parado a pensar en la de veces que hemos discutido por lo mismo?

Parece que no nos cuesta nada enzarzarnos en una pelea.

Es increíble que no nos cansemos...

Razón no te falta.

¿Qué ocurre, Hanneman?

Es que... No sueles reírte así muy a menudo, pero cuando lo haces resultas encantadora.

Quizá tengas mala suerte en el amor porque te empeñas en parecer agradable en vez de confiar más en tus encantos naturales.

Gracias por el cumplido, aunque lo has estropeado con ese recadito...

Si no estuvieses todo el tiempo criticando a los demás, ¡quizá a ti también te iría mejor en los temas amorosos!

¿Qué? Manuela, ¡solo trataba de ofrecerte consejo como amigo!

¡Y son «consejos» de ese tipo los que te hacen tan metomentodo y autoritario!